Rhododendron

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Tsutsuji

21 marzo, 2017

364. A Lucila. Segundo canto. Ismael Cerna Sandoval, guatemalteco.


Segundo canto

¡Salve oh! Sublime y perdurable anhelo
de las huérfanas almas que en la vida
van regando con lágrimas el suelo,

en tu inmensa región desconocida
campo hallarán las nobles ambiciones
y los bellos ensueños, acogida.

Nacen para el amor los corazones
y brotan de las larvas de la tierra
mariposas de luz, las ilusiones.

Nace el amor purísimo que encierra
la plegaria tiernísima y el canto
que a tus soñados mundos nos destierra;

nace vestida de celeste encanto
la dorada mujer, flor de los cielos
mitad del corazón que amamos tanto,

nacen con el amor santos consuelos
y prenden con la chispa soberana
de la noble ambición, nobles anhelos;

y el alma ardiente y de la dicha ufana
entona sus mil cánticos de amores
a los rayos del sol de la mañana:

Mas llega la estación de los rigores
y las primeras nieves del invierno
caen del corazón todas las flores;

con el canto triunfal y el ritmo tierno
y se llega al sepulcro, y el alma sube;
y empieza a desplegar su vuelo eterno.

Ignoro el tiempo que a su lado estuve
en aquellos espacios sostenido
por sus alas divinas de querube;

sólo sé que al mirar estremecido
aquel inmenso mar resplandeciente
creí perder la vista y el sentido.

Hondo clamor fantástico y creciente
como el rumor de un trueno prolongado
rugía a nuestras plantas sordamente;

¡Ah! –mi esposos clamó con angustiado
acento de dolor- su pena es mucha,
el mundo hoy más que nunca es desgraciado…!

“Ese –me dijo- que tu oído escucha
hondo clamo, es el clamor que lanza
la humanidad en su perpetua lucha”;

aquí como el oleaje del océano
sube, perpetuamente repetida,
la eterna queja del linaje humano.

Aquí se oye la queja nunca oída,
la callada oración, las no enjugadas
lágrimas ¡Ay de las que el mundo olvida!

De aquí se ven subir como bandadas
de aves que buscan suspirados climas;
los sueños de las almas desgraciadas;

tú que el lenguaje de tu mente limas
sabe que aquí me dijo –han agitado,
sus blancas alas, sus soñados ritmos…!

Sabe que aquí tristísimo ha pasado
en pos de una ilusión que aún desconoces,
tu suspiro doliente y prolongado.

Cuántas veces sintiendo los atroces
suplicios de su alma, aquí tu esposo
miró tu llanto y escuchó tus voces.

Desde aquí vi a la envidia cenagosa
de estrecho corazón del ogro siente
mimar en ti cual siempre venenosa.

Desde aquí oí silbar sobre tu frente
a la calumnia vil que te azotaba
tras ti, lanzando el vulgo de la gente.

Era grande el dolor que te abrumaba
pues te creías solo y no sabías
que yo también con tu dolor lloraba.

¡Oh, compañera de mis bellos días!
El Dios –la interrumpí… ¿Dónde se esconde
el Dios de tus creencias y las mías?

Nuestro Dios, respondió, yo o sé dónde
aquí como en el bajo cautiverio
lo llamamos también y no responde. 

¿Siempre el misterio? Siempre el misterio,
sólo que aquí, me contestó, avanzamos
un paso más en su infinito imperio.

Los que la vida corporal dejamos
si aún no vemos a Dios en esta vida
de su infinito amor ya no dudamos,

mira esos astros que en eterna huida
pasan dejando rastros luminosos
por el inmenso espacio sin medida;

contempla esos mil mundos portentosos
donde una parte del linaje humano
entona ya sus cánticos grandiosos

de aquí verás en día no lejano
alzarse el sol de la injusticia santa
porque en la tierra suspiraste en vano;

de aquí sin miedo de opresora planta
podrán llamarse al fin altiva y fuerte
la voz que en tu conciencia se levanta;

cuando tu alma se anda el polvo inerte
y harías aquí, emprenda el poderoso vuelo
desde el profundo seno de la muerte;

yo estaré aquí, con amoroso anhelo
para mostrarte su inmortal destino
¿No me llamabas ángel de tu cielo?

pues yo vendré a encontrarte en tu camino
y entre los brazos te pondré de aquella
Santa mujer que a consolarme vino.

¡Oh…! Mi madre –clamé- tres veces santo
mientras tú me guías con empeño
bajo la tierra a consolar tu llanto;

quedo velando tu aparente sueño
con aquel mismo afán con que solía
velarte en el hogar cuando pequeño;

¡Oh madre mía! ¡Oh santa mía!
Perdóname –grité un solo instante
pudo olvidarte en mi memoria impía;

y al mismo tiempo que fijé anhelante
por contemplar su imagen amorosa
la vista inquieta en el planeta errante.

Llegó trazando estela luminosa
junto a mi rostro, colosal figura
seguía a un tiempo humilde y majestuosa;

fijó en la tierra la mirada pura
de sus ojos que a un tiempo destellaban
rayos de luz y sombras de amargura.

¿Quién eres? Dijo en tanto que avanzaba
nubes de sombra que en celeste corte
tras la gigante sombra se agrupaban;

¿Lo ignoras tú que de la tierra vienes?
Dijo con esa voz serena y fría
del que sufrió del mundo los desdenes;

y  señalando la mansión sombría
murmuró para sí, yo fui el primero
que sentí que la tierra se movía.

¡Oh… Galileo! ¡Oh! Sombra que venero
prorrumpí con afán; ¡Mártir sublime!
Admiración del Universo entero.

Tú que sufriste en la tierra, dime:
¿Por qué hallan todos dichas y placeres
y sólo el genio entre cadenas gime?

Ya que misterios de la vida quieres
escudriñar, prosigue tu camino
y ve a decir al mundo lo que vieres;

dijo, y en pos de su inmortal destino
volvió a emprender el poderoso vuelo

la frente orlada de fulgor Divino.  



(Lucila Sandoval: su esposa y prima). 



(3 de julio de 1856 - 1901) fue un poeta guatemalteco nacido en la hacienda «El Paxte», en las faldas del volcán Ipala, en el departamento de Chiquimula. Sobrino del mariscal Vicente Cerna y Cerna, fue perseguido, exilado y apresado tras laReforma Liberal de 1871 cuando ayudó a su tío a huir del país; siendo un poeta consumado, escribió poemas contra el general Justo Rufino Barrios. El presidente Manuel Estrada Cabrera ordenó a la Tipografía Nacional de Guatemala imprimir sus obras a finales del siglo xix

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