Un padre que da consejos
mas que padre es un
amigo;
ansí como tal les digo
que vivan con
precaución:
nadie sabe en qué rincón
se oculta el que es su
enemigo.
Yo nunca tuve otra
escuela
que una vida desgraciada:
no estrañen si en la
jugada
alguna vez me equivoco;
pues debe saber muy poco
aquel que no aprendió
nada.
Hay hombres que de su
cencia
tienen la cabeza llena;
hay sabio de todas
menas,
mas digo, sin ser muy
ducho:
es mejor que aprender
mucho
el aprender cosas
buenas.
No aprovechan los
trabajos
si no han de enseñarnos
nada;
el hombre, de una
mirada,
todo ha de verlo al
momento:
el primer conocimiento
es conocer cuánto
enfada.
Su esperanza no la
cifren
nunca en corazón alguno;
en el mayor infortunio
pongan su confianza en
Dios;
de los hombres, sólo en
uno;
con gran precaución en
dos.
Las faltas no tienen
límites
como tienen los
terrenos;
se encuentran en los más
buenos
y es justo que los
prevenga:
aquel que defectos
tenga,
disimule los ajenos.
Al que es amigo, jamás
lo dejen en la estacada,
pero no le pidan nada
ni lo aguarden todo de
él:
siempre el amigo más
fiel
es una conducta honrada.
Ni el miedo ni la
codicia
es bueno que a uno lo
asalten;
ansí no se sobresalten
por los bienes que perezcan:
al rico nunca le
ofrezcan
y al pobre jamás le
falten.
El trabajar es la ley,
porque es preciso
adquirir;
no se espongan a sufrir
una triste situación:
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir.
Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan;
pues la miseria, en su
afán
de perseguir de mil
modos,
llama a la puerta de
todos
y entra en la del
haragán.
Muchas cosas pierde el
hombre
que a veces las vuelve a
hallar;
pero les debo enseñar,
y es bueno que lo
recuerden:
si la vergüenza se
pierde,
jamás se vuelve a
encontrar.
Los hermanos sean unidos
porque esa es la ley
primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que
sea
porque si entre ellos
pelean
los devoran los de
ajuera.
Respeten a los ancianos,
el burlarlos no es
hazaña;
si andan entre gente
estraña
deben ser muy
precavidos,
pues por igual es tenido
quien con malos se
acompaña.
Procuren de no perder
ni el tiempo ni la
vergüenza;
como todo hombre que
piensa
procedan siempre con
juicio;
y sepan que ningún vicio
acaba donde comienza.
Ave de pico encorvado
lo tiene al robo
afición;
pero el hombre de corazón
no roba jamás un cobre,
pues no es vergüenza se
pobre
y es vergüenza ser
ladrón.
El hombre no mata al
hombre
ni peleé por fantasía
tienen en la desgracia
mía
un espejo en que mirarse;
saber el hombre
guardarse
es la gran sabiduría.
Y les doy estos consejos
que me ha costado
adquirirlos,
porque deseo dirigirlos;
pero no alcanza mi
cencia
hasta darles la
prudencia
que precisa pa regirlos.
Estas cosas y otras
muchas
medité en mis soledades;
sepan que no hay
falsedades
ni error en estos
consejos:
es de la boca del viejo
de ande salen las
verdades.
José Rafael Hernández y Pueyrredón (10 de noviembre de 1834 - 21 de octubre de 1886) fue un militar, periodista, poeta y político argentino, especialmente conocido como el autor del Martín Fierro, obra máxima de la literatura gauchesca. En su homenaje, el 10 de noviembre —aniversario de su nacimiento— se festeja en la Argentina el Día de la Tradición.
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