Ante la
trágica situación que enfrenta la humanidad, creemos que los científicos deben reunirse en una conferencia, para valorar los
peligros crecientes que se desprenden del desarrollo de las armas de
destrucción masiva, y para discutir una resolución redactada en el espíritu del
borrador que se adjunta a ésta.
No
hablamos en esta ocasión como miembros de tal o cual nación, continente o
credo, sino como seres humanos, miembros de la especie humana, cuya
supervivencia ya está puesta en duda. El mundo se halla lleno de conflictos y,
por encima de todos los conflictos menores, está la titánica lucha entre el
comunismo y el anticomunismo.
Casi
todas las personas políticamente conscientes están sensibilizadas con respecto
a alguno de estos conflictos. Pero es necesario que nos desprendamos de
percepciones parciales, para considerarnos miembros de una especie biológica
que ha tenido una extraordinaria historia y cuya desaparición no es deseada por
ninguno de nosotros. (...)
Hemos de
aprender a pensar de una nueva forma. Tenemos que aprender a preguntarnos, no
qué medidas hay que tomar para que el grupo que preferimos obtenga la victoria
militar, porque este tipo de medidas ya no existen, sino qué medidas hay que
tomar para prevenir la conflagración militar, cuyo resultado sería desastroso
para cualquiera de las partes.
La
opinión pública, e incluso muchas personas con puestos de autoridad, no saben
aún lo que sería una guerra donde se usaran armas nucleares. Todavía se piensa
en términos de destrucción de ciudades. Se entiende que las nuevas bombas son
más potentes que las viejas, y que mientras una bomba A pudo destruir
Hiroshima, una bomba H podría destruir ciudades tan grandes como Londres, Nueva
York o Moscú.
No cabe
duda de que una guerra en la que se usaran estas bombas de hidrógeno supondría
la destrucción de estas grandes ciudades. Pero esto sería uno de los desastres
menores que deberíamos afrontar. Si todos los habitantes de Londres, Nueva York
o Moscú fuesen exterminados, el mundo podría, en cuestión de algunos siglos,
recuperarse del golpe. Pero sabemos, especialmente tras las pruebas nucleares
en el archipiélago de Bikini, que las bombas atómicas pueden extender
gradualmente la destrucción sobre un área muy superior a la inicialmente
supuesta.
Se sabe de fuentes muy fiables que es perfectamente posible
fabricar una bomba que sea unas 2.500 veces más potente que la que destruyó
Hiroshima. Tal bomba, si estallara sobre la superficie terrestre o debajo del
agua, emitiría partículas radioactivas hacia las capas más altas del aire, que
luego descenderían sobre el suelo en forma de lluvia o polvo mortal. Fue
precisamente este polvo el que contagió a los pescadores japoneses y a la pesca
capturada por ellos.
Lo cierto es que nadie sabe con certeza hasta dónde podría
extenderse la difusión de esas mortíferas partículas radioactivas, pero las
fuentes más rigurosas son unánimes al afirmar que es muy posible que una guerra
a base de bombas H signifique la muerte universal, una muerte que solo sería
súbita para una minoría y que para la mayoría restante, representaría una lenta
tortura de enfermedades y desintegración. (...)
Hemos comprobado que las personas que más saben son las más
pesimistas. Este es pues el interrogante que planteamos, espantoso, terrible e
ineludible: ¿Desaparecerá la raza humana o la humanidad renunciará a la guerra?
Mucha gente no acepta tal alternativa, porque le parece muy difícil que se
consiga desterrar la guerra. La supresión de la guerra exigiría desagradables
limitaciones de la soberanía nacional. (...) La gente apenas puede imaginarse
que ellos mismos individualmente, y las personas a las que quieren, están en
inminente peligro de perecer angustiosamente. (...)
Ante nosotros está, si lo escogemos, un continuo progreso en
términos de felicidad, conocimiento y sabiduría. ¿Escogeremos la muerte como
alternativa, sólo porque somos incapaces de suprimir nuestras querellas?
Hacemos, como seres humanos, un llamamiento a los seres humanos: Recuerda que
eres humano y olvida el resto. Si los hombres obramos así, se abrirá ante
nosotros el camino hacia un nuevo paraíso, en caso contrario, quedará con
nosotros el peligro de la muerte universal.
Resolución del Congreso:
Invitamos a este Congreso, a los científicos del mundo y al
público en general, a suscribir la siguiente resolución:
"Ante el hecho de
que en toda futura guerra mundial se emplearán con certeza las armas nucleares,
y de que tales armas amenazan la existencia misma de la humanidad, hacemos un
llamamiento a los gobiernos de todo el mundo, para que entiendan, y lo
reconozcan públicamente, que sus propósitos ya no pueden lograrse mediante una
guerra mundial y, consecuentemente, para que resuelvan por medios pacíficos
cualquier contenciosos que exista entre ellos".