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Yo, que pregoné el amor,
la ternura entre los hombres,
debo gritar, odiar, señalar
al cobarde con un dedo,
más quemante que el fuego.
Otto René Castillo (Quezaltenango, 25 de abril de 1936– 23 de marzo de 1967) fue un poeta, activista y combatiente guerrillero guatemalteco.
la ternura entre los hombres,
debo gritar, odiar, señalar
al cobarde con un dedo,
más quemante que el fuego.
¡Que terrible mi tiempo!
Cuando quisiera leer
el color de las orquídeas
comprender el idioma azul
de nuestros lagos,
y galopar un cerezo sonoro,
tengo que estallar
como un disparo obscuro
y escapar, en la noche,
de los sueños más dulces.
Yo, que amo veinticuatro horas al día
que tengo el corazón
más grande
que el tiempo, no puedo amar
ciegamente, desatando mi alma
sus corceles de besos.
¡Que terrible mi tiempo!
Cuando quisiera inclinar
mi frente al fondo
del regazo de tus ojos;
ayudar a que vuelen tus labios
hacia el fuego
y enseñarte una a una
las virtudes del agua
presentaré a mi amigo el otoño;
cuando fuma su pipa
de hojas amarillas,
recostado
como viejo marinero
a la orilla del sueño
cuando quisiera venir y decirte:
mirad la espuma, amor mío,
mirad qué ancho el cielo
y tenderme contigo
junto a la raíz madura del trigo,
yo tengo que decirte adiós,
desde mi sangre que enviuda,
desde mis manos que lloran
desde mi alma que se quiebra
en tu dolor, que llueve
desde muy adentro de tus ojos.
Cuando quisiera leer
el color de las orquídeas
comprender el idioma azul
de nuestros lagos,
y galopar un cerezo sonoro,
tengo que estallar
como un disparo obscuro
y escapar, en la noche,
de los sueños más dulces.
Yo, que amo veinticuatro horas al día
que tengo el corazón
más grande
que el tiempo, no puedo amar
ciegamente, desatando mi alma
sus corceles de besos.
¡Que terrible mi tiempo!
Cuando quisiera inclinar
mi frente al fondo
del regazo de tus ojos;
ayudar a que vuelen tus labios
hacia el fuego
y enseñarte una a una
las virtudes del agua
presentaré a mi amigo el otoño;
cuando fuma su pipa
de hojas amarillas,
recostado
como viejo marinero
a la orilla del sueño
cuando quisiera venir y decirte:
mirad la espuma, amor mío,
mirad qué ancho el cielo
y tenderme contigo
junto a la raíz madura del trigo,
yo tengo que decirte adiós,
desde mi sangre que enviuda,
desde mis manos que lloran
desde mi alma que se quiebra
en tu dolor, que llueve
desde muy adentro de tus ojos.
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