Rhododendron

Rhododendron
Tsutsuji

17 marzo, 2017

358. Epístola a Virgilio. Ismael Cerna, guatemalteco.

Te ofrecí que muy pronto escribiría

la historia de mis íntimos dolores,

y he pasado escribiendo todo el día…


Tú que sabes cuán pronto hundió mis velas

la borrasca fatal; que solo fueron

el destierro y la cárcel mis escuelas;


Tú que sabes cuán pronto enmudecieron

todas aquellas voces que en la cuna

tan bello porvenir me prometieron,


y que hoy me ves sin esperanza alguna

sucumbiendo por fin tras lucha cruenta

al golpe postrimer de la fortuna…


Pensaste que a la lumbre macilenta

de mis tristes recuerdos, la sentida

dé al vulgo vil que me atormenta,


o que en medio a esa turba descreída

arroje una novela interesante

con las hondas tristezas de mi vida;


no vayas a creerlo. En el instante

que tomo la pluma se alza airada

la sombra de mi padre agonizante.


Vuelvo a escuchar la horrible carcajada

en que trocara mi infeliz hermano,

su juventud su ilusión soñada.


¿No recuerdas, Virgilio, la abatida

faz de aquella mujer de sesenta años

entre sus propias gentes desvalida?


¿No conociste, pues, los hondos daños

que sufrió aquella mártir suplicante

demandando piedad, presa entre extraños?


Pues ante aquel recuerdo palpitante

necesito venganza, necesito

inventar otro infierno, como el Dante.


Sí. Yo voy a escribir con sangre y fuego

esa historia sangrienta de mi vida:

¡Maldito yo si a Juvenal no llego!


Yo no tengo derecho a ser sentido:

desesperado me arrojé en el cieno,

y ni espero perdones ni los pido.


Mas, perdona tú que eres tan bueno

arrancaste mil veces de mi mano

la copa con que duermo y me enveneno.


Si ya no existe la mujer querida,

la tierna esposa que me amaba tanto,

la sola acaso que me amó en la vida


¿Sobre qué seno verteré mi llanto?

¿Dónde inclinar la frente que abatida

revela los martirios el quebranto?


¡Oh! Si pudieras ver los que sepulto

diariamente en el alma; si supieras

los dolores y las lágrimas que oculto.


Fui a pedirle a mi Dios y al guiar la planta

al templo en donde oraron mis mayores,

ya no hallé una voz en mi garganta.


Postré la frente desolada y muda

en las frías baldosas, clamé al cielo,

y ni fuerzas hallé ni encontré ayuda.


¿En dónde, en donde está la providencia?

¿Por qué si ha muerto una creencia santa,

no despierta en el mundo otra creencia?


Inútil preguntar. La esfinge muda

nada dirá a la humanidad en tanto

que no venga otro Gólgota en su ayuda.


Fuera el enigma, pues, que infunde espanto,

y volvamos al campo de pelea

los pechos con valor y ojos sin llanto.


Si allí mi tumba está, bendita sea,

será que me salvó del dios del Vicio,

el Dios omnipotente de la idea.


¡Sí! Ya para salir del precipicio

me ayudan ¡ay! mis sombras olvidadas

que se destacan del sombrío muro

mis mártires criaturas olvidadas…


Allí están todas ellas. ¡Ah! te juro

por mi madre infeliz, por la hostia santa

que me hizo comulgar, sencillo y puro;


por aquella creencia sacrosanta,

que es ahora mil veces más querida,

pues que nadie la apoya y la levanta.


Te juro emplear el resto de mi vida

y este poco de fuerza que me queda

en vengar de la patria la ancha herida.


Y si la noche en que caí, me veda

poder seguir los pasos del verdugo,

para ahuyentar la sombra de Espronceda

pediré un rayo al sol de Víctor Hugo.


Mas, ya que tú supones que al guardarlo

yo lo hago por desdén o por desidia,

hoy voy, por desmentirte, a publicarlo,


después… ya me verás entrar en lidia,

si ya no es hora de alcanzar la palma,

aun sabré pisotear más de una envidia;


y a todos esos que en mi horrible calma

me juzgan muerto ya, porque no arrojo

al mundo los pedazos de mi alma,


ahora que de mi alma me despojo,

pues se va toda entera en mi poema,

diré: diente por diente; ojo por ojo.




(A Virgilio Sandoval, su primo).



(3 de julio de 1856 - 1901) fue un poeta guatemalteco nacido en la hacienda «El Paxte», en las faldas del volcán Ipala, en el departamento de Chiquimula. Sobrino del mariscal Vicente Cerna y Cerna, fue perseguido, exilado y apresado tras laReforma Liberal de 1871 cuando ayudó a su tío a huir del país; siendo un poeta consumado, escribió poemas contra el general Justo Rufino Barrios. El presidente Manuel Estrada Cabrera ordenó a la Tipografía Nacional de Guatemala imprimir sus obras a finales del siglo xix

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