Rhododendron

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Tsutsuji

08 octubre, 2016

109. Capítulo 5, La eterna tragedia. Humberto Porta Mencos, guatemalteco.

Translator
 ¿Por qué, por qué a Dios le plugo
que esta endeble humanidad
desde su temprana edad
tuviera tanto verdugo?
El hombre ha sido el peor yugo
que ha tenido siempre el hombre,
y esos crímenes sin nombre
que comete a cada instante,
los hace por ignorante
para que el mundo se asombre.

¿Qué logra con su crueldad
haciéndose al pueblo odioso,
un estulto vanidoso,
sin conciencia ni piedad?
¿Por qué no con la bondad
y con nobles sentimientos,
procura tener contentos
a todos los ciudadanos,
sin emplear medios tiranos
ni vejámenes violentos?

La historia es un libro lleno
de Césares criminales,
amantes de los puñales,
del cadalso y el veneno.
Nace el hombre, y nace bueno,
crece y le entra la ambición;
le pierde la adulación
si es rey, o jefe de Estado,
y en cualquier puesto elevado
se encallece el corazón.

Así, en Roma los feroces
Césares enajenados
por sus crímenes malvados,
abominables y atroces,
en horripilantes goces,
a sus súbditos mataron;
y tan solo nos dejaron
de su vida turbulenta,
una macabra y sangrienta
charca, donde se enfangaron.

El emperador Tiberio
de Augusto el hijo adoptivo,
carácter tosco y altivo
como no hubo en el Imperio;
poseyendo buen criterio
fue lascivo y ambicioso,
en sus actos recelosos,
y por lo cual se memoria
está marcada en la historia
como tirano monstruoso.

Calígula, ser satánico
dominado por la  inquina,
era el  hijo de Agripina,
siendo su padre Germánico:
en su delirio vesánico
y ambición de gobernar,
anhelaba cercenar
las cabezas sin recato;
y a su caballo Incitato
le dio puesto consular.

Claudio fue de Mesalina
el esposo más amante,
como la perdió, al instante
se casó con Agripina,
mujer astuta y felina
que pronto lo eliminó;
su reinado terminó
gracias a eficaz veneno:
Claudio no era un César bueno
y por déspota murió.

Nerón, el emperador
que a Claudio siguió en el trono,
de joven tuvo en su abono
de que fuera su mentor
Séneca, que era el mejor
maestro de los romanos;
mata esclavos y cristianos,
incendia a Roma inclemente,
y después, cobardemente,
de un extraño muere a manos.

Vitelio, que solamente
ocho meses gobernara
y por cruel se señalara,
fue un vicioso impenitente
quien a su vez, imprudente,
les declaró con desdén
a los guardias de un retén
en un campo sin abrigo:
“El cuerpo de un enemigo
muerto, huele siempre bien”.

Casi en los tiempos postreros
del Gran Imperio Romano,
Tito Fabio Domiciano,
jefe de invictos guerreros,
gobernó lustros enteros
con bondad suma y pericia;
mas cual criminal se inicia
después, y por hado adverso,
se torna cruel y perverso
y su esposa le ajusticia.

Estos son los precursores
que por su instinto malvado,
sus nombres han perpetuado
en épocas anteriores;
bien se puede, sin temores
de equivocación decir,
que este mundo al existir
desde entonces para acá
conocido siempre ha
tiranos, que al sucumbir

grande alivio han producido
a los pueblos y naciones,
que víctimas de traiciones,
fraudes y engaños ha sido;
que honor y gloria han perdido
por causa de la actuación
de un hombre, que en su ambición
despiadada y desmedida,
amargó a todos la vida
sin justicia ni razón.

Muchos se puedes citar
hasta los tiempos presentes;
pero los sobresalientes,
fácil son de recordar,
pues ocupan un lugar
como tales en la historia
por su nefasta memoria
y su casta denigrante,
los indicaré al instante
como grandes criminales:

Del Paraguay, Doctor Francia,
teólogo; tosco y artero,
por tres años fue primero
dictador. Con arrogancia
se perpetuó; en la ignorancia
mantuvo a su patria entera
toda una lóbrega era
en que la aislada del mundo,
¡Pobre déspota iracundo
con instintos de pantera!

Juan Manuel Ortiz de Rosas,
de Argentina dictador,
sembró en su Patria el pavor
con matanzas horrorosas.
Los muertos desde sus fosas
le maldicen todavía,
y su cruenta tiranía
resonó tanto en el mundo,
que su nombre, sin segundo,
repercute hasta hoy en día.

Gabriel García Moreno,
presidente ecuatoriano,
fue otro siniestro tirano
con disfraz de nazareno;
para fingir que era bueno
con todo el clero se alió,
y al pueble martirizó
tanto, en nombre del Estado,
que aquel déspota malvado,
asesinado murió.

Han existido tiranos,
no muy dignos de mención,
porque en cualquiera ocasión
surgen hombres burdos, vanos,
con instintos inhumanos,
que pensando ser colosos,
por sus actos tenebrosos,
afrentaron la sapiencia,
y abatieron con violencia
a los hombres generosos.

Caciques han existido
que, de gloria, en sus anhelos,
se tornaron tiranuelos
pero tiranos no han sido.
Sus nombres se han confundido
con nombres de entes venales
y de arrastrados mentales,
que, en delirios de grandeza,
han mostrado su fiereza
como seres anormales.

Y esos déspotas, ¿Qué hicieron?
¿Qué dejaron en el mundo?
Brillaron sólo un segundo
y cual chispas se extinguieron.
Si ellos, grandes se creyeron,
les dió término la muerte,
la que al endeble y al fuerte,
al feliz y al desgraciado,
en el momento llegado
en polvo tenue convierte.

¡Efímera es la grandeza…!
¡Efímeras las pasiones…!
¡Las plácidas ilusiones,
la alegría y la tristeza…!
Efímera es la belleza
que el hombre admira y prefiere,
y todo lo que más quiere…
Mas, él a  entender no alcanza
¡Que en la vida todo cansa,

todo pasa, todo muere…! 



 (Chiquimula, 14 de julio de 1901 – Ciudad de Guatemala, 16 de marzo de 1968) fue un poeta, periodista y escritor guatemalteco.


Cuarto poeta laureado de América. 
 
 

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