Rhododendron

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Tsutsuji

23 septiembre, 2016

36. Sobre el matrimonio. Fulton J. Sheen, estadounidense.

Vale la pena vivir. Una muchacha me decía, hablando del hombre que ella quería como esposo, que se casaría con un hombre que no fumara, que no bebiera, pero que le gustara mucho bailar, cantar, contar chistes y que se callara la boca cuando ella le dijera “tú cállate”, yo le dije “pero hija tú no quieres un marido tú quieres un aparato de televisión”.

Vamos a estudiar los tres momentos cruciales del matrimonio.

El primero es el que viene inmediatamente después de la boda. Él es el hombre más maravilloso del mundo, ella es un ángel, hay gozo, música, paz, satisfacción, éxtasis... Que más se puede pedir a la vida, los cantos de amor tienen un eco de eternidad a su alrededor, el instinto está satisfecho, el "yo" está encantado, pero la personalidad no cambia, cada persona sigue siendo exactamente lo mismo que era, no hay cambio real en ninguno de los dos, esto no quiere decir que se deba hacer burla de este primer momento del placer agudo, no, no, no, en lo más mínimo, es algo bueno, noble, algo que tiene parte divina, es importante recordar sin embargo que es solamente el adorno del pastel, están en las nubes, sí, pero no se les debe condenar por eso, es la única forma en que pueden llegar al cielo, pasando por las nubes; es el primer momento pero no puede dudar, la ley de la vida no da garantía de permanencia en semejante éxtasis agudo.

Luego llega la crisis, ¡Ah la crisis! Es el instante en que se empieza a sentir el choque de las personalidades, cuando ella y él no comparten la misma opinión. Es la etapa en la que ya no se está sediento a la orilla del pozo. Las imperfecciones de la vida comienzan a revelarse, se puede llegar a culpar al otro de engaño, “Ah no, él prometió ser perfecto y no lo es” “Pero es que ella prometió ser una diosa y no lo ha sido”. Los palomos dejan de arrullarse y empiezan a picotearse. Parece como si la lámpara de la felicidad que tanto alumbraba se fuera yendo de la habitación poco a poco, y se fueran quedando sin luz. El matrimonio entonces, es como una maleta, se puede sacar de ella solo lo que se empacó, no hay nada nuevo, la desilusión llega y olvidan que ellos mismos prepararon la maleta y la llenaron de falsas ilusiones, y entonces es cuando dicen:
somos incompatibles, vamos a divorciarnos. “Incompatibles”, conoce alguien en todo el mundo dos personas que sean siempre y perfectamente compatibles. Si hay una razón tonta para romper el matrimonio es alegar incompatibilidad.

Unos piensan en el divorcio, en otros casos el esposo se concentra en su trabajo, ella se dedica a jugar
canasta con sus amigas, quizá haya alcoholismo, barbitúricos, quizá haya infidelidad, soledad de dos que viven juntos porque sienten que la vida ya no tiene nada que darles. Qué tontos son, porque eso no es la terminación del amor es solo la muerte de una ilusión, es que no han llegado a tocar el fondo del amor, solo han tocado el fondo de su instinto. Pero si perseveran y empiezan a usar diferente clase de alimento llegarán al tercer momento y se descubrirán a sí mismos un día cara a cara con otra personalidad, algo nuevo se revelará, en el primer momento era el cuerpo el que alimentaba el alma, ahora es el alma la que guía al cuerpo.



Esos que han alcanzado la tercera etapa del amor porque han sobrevivido los momentos de prueba, son aquellos que hablarán como Chesterton, quien en una ocasión dijo a su esposa “Creo que eres la mujer más ignorante del mundo porque no sabes lo hermosa que eres”. Dostoyevski dijo: “Daría cualquier cosa por estar casado con una mujer que se preocupara un poco porque yo llegara tarde a comer”. Lo más triste para un hombre es saber que no le interesa a una mujer. Y recuerdo siempre un brindis que un esposo hizo a su esposa, levantó su copa hacia ella y dijo “Brindo por un rostro que detendría las manecillas del reloj y que ordenaría al tiempo que se detuviera para contemplar su belleza”.

El problema es que la gente de hoy en día no sabe perseverar viviendo juntos lo suficiente hasta asegurarse de si se aman realmente. Por desgracia en lo que menos se piensa al casarse es en los detalles importantes. Si la mujer o el hombre tienen mal carácter, una u otro se sienten capaces de cambiarlo en su beneficio. ¿Cuándo piensan que la educación es algo básico para que dos seres se entiendan? ¿Cuándo detiene a una mujer el hecho de que un hombre beba o gane poco para mantenerla? ¿Cuándo ha detenido a un hombre el hecho de que una mujer es frívola y poco mujer de su casa? El ser enamorado es temerario, tiene la fuerza que le da el amor antes del matrimonio, y que desaparece al primer disgusto después del matrimonio si no es capaz de superar la crisis tantas veces mencionada, porque qué difícil es poder asegurar “él tiene la culpa” o “ella tiene la culpa” y ambos están seguros de tener razón, y nada ni nadie los convencerá de lo contrario.

Y siendo el matrimonio lo más importante en la vida de los seres humanos no se le da toda la importancia que merece, se le toma con ligereza, se le hace objeto de burlas, de chistes de mal gusto, y se le combate.

Hay cursos para todo y universidades donde se enseñan materias extrañas y hasta absurdas, pero nadie se ocupa de educar a sus hijos y prepararlos convenientemente para el matrimonio. Muchos padres buscan para sus hijos mujeres y hombres ricos, otros arreglan matrimonios de conveniencia por negocios o por tradiciones. Otros dejan a los hijos en libertad absoluta sin darles siquiera un buen consejo. Otros dan consejos y tratan de oponerse, pero la verdad sobre el matrimonio no se le dice a nadie. No se expone a los ojos juveniles tal como es, y los jóvenes van a ciegas llevados por el amor falso o verdadero, por el instinto, por un deseo carnal. Las muchachas por la ansiedad de... de “no quedarse”, los muchachos porque solo así consiguen a la mujer que persiguen, solo piensan en el momento presente, y el matrimonio no es el momento presente, sino todo lo contrario. Significa el futuro, y no solo de dos personas, sino de muchas, porque no hay que olvidar nunca a los hijos, consecuencia lógica de las uniones.

La inexperiencia, la irreflexión, las conveniencias seguirán llevando a muchos al fracaso. ¿Por qué no enseñar a los jóvenes de ambos sexos sus obligaciones y responsabilidades?

Lo bueno y lo malo con que van a encontrare, lo que significa ser esposo, esposa, padre y madre.

No queremos que se acaben las ilusiones, al contrario, buscamos que puedan durar eternamente, renovándose en la mismas realidades. Que los padres no se ocupen de sólo de vestir bien a sus hijos, sino también de su moral, no sólo del exterior sino también del interior, y que no tengan temor de hablarles sobre las verdades del matrimonio, empezando naturalmente por darles el ejemplo que necesitan.

Si así lo hacen escucharán de ellos: “Vale la pena vivir”. 

 
Fulton John Sheen (8 de mayo de 18959 de diciembre de 1979) fue un arzobispo estadounidense.
Trabajó en la televisión como presentador del programa Life Is Worth Living (La vida vale la pena vivirla) a comienzos de la década de 1950.



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