Llovía. Tomé un libro. Lo abrí y leí: “El padre teme a sus hijos. El hijo se juzga igual a su padre y no profesa a quienes le engendraron ni respeto ni temor. Lo que quiere es ser libre.
El profesor tiene miedo de sus alumnos. Los alumnos cubren de insultos al profesor. Los jóvenes quieres ocupar inmediatamente el lugar de los mayores; los mayores, para no parecer anticuados o despóticos, consienten en esta dimisión”.
Buen retrato, pensaba yo, del desconcertante panorama de nuestra época, denunciado en pocas líneas y para siempre. ¡Enhorabuena por la franqueza y la valentía de su autor!
¿Su autor? Platón, que escribió esa página hace 2.380 años en “La República” (libro VIII). Dejemos, pues, de lamentarnos y repetir a porfía: “Jamás se ha visto semejante cosa”. En este terreno se ha visto todo. .
Adolescentes o “hippies”, con indumentaria de cargadores o atuendo de yuppies, siempre fue la misma juventud, ruidosa y rebelde, afanosa de pregonar con extravagancia las primicias de una personalidad que arde por afirmarse… siempre fueron los mismos adolescentes que disipan sus años de primavera resoplando y retozando, temerosos de que la sociedad los subyugue y el roce de los días convierta a muchos de ellos en humildes bestias de carga…
Entonces ¿No ha cambiado nada? Si. El mundo que los rodea.
El profesor tiene miedo de sus alumnos. Los alumnos cubren de insultos al profesor. Los jóvenes quieres ocupar inmediatamente el lugar de los mayores; los mayores, para no parecer anticuados o despóticos, consienten en esta dimisión”.
Buen retrato, pensaba yo, del desconcertante panorama de nuestra época, denunciado en pocas líneas y para siempre. ¡Enhorabuena por la franqueza y la valentía de su autor!
¿Su autor? Platón, que escribió esa página hace 2.380 años en “La República” (libro VIII). Dejemos, pues, de lamentarnos y repetir a porfía: “Jamás se ha visto semejante cosa”. En este terreno se ha visto todo. .
Adolescentes o “hippies”, con indumentaria de cargadores o atuendo de yuppies, siempre fue la misma juventud, ruidosa y rebelde, afanosa de pregonar con extravagancia las primicias de una personalidad que arde por afirmarse… siempre fueron los mismos adolescentes que disipan sus años de primavera resoplando y retozando, temerosos de que la sociedad los subyugue y el roce de los días convierta a muchos de ellos en humildes bestias de carga…
Entonces ¿No ha cambiado nada? Si. El mundo que los rodea.
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