Te prestaré por un tiempo un hijo mío para que lo ames mientras viva.
Podrán ser seis, siete años, diez o quince hasta que lo llame.
¿Podrás cuidarlo?
¿Podrás cuidarlo?
Quiero que aprenda a vivir:
He buscado un maestro y te he elegido a ti.
¿Le enseñarás?
He buscado un maestro y te he elegido a ti.
¿Le enseñarás?
No te ofrezco que se quedará contigo, sólo te lo presto.
Porque lo que va a la tierra, a mi regresa.
Èl tendrá la ternura, la alegría y toda la comprensión de su juventud. Y el día que yo lo llame tu no llorarás, ni me odiarás por regresarlo conmigo.
Porque lo que va a la tierra, a mi regresa.
Èl tendrá la ternura, la alegría y toda la comprensión de su juventud. Y el día que yo lo llame tu no llorarás, ni me odiarás por regresarlo conmigo.
Su ausencia corporal quedará compensada con muchos y agradables recuerdos. Y con ello tu luto será más llevadero y habrás de decir con agradecida humildad "Señor, hágase tu voluntad".
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