En 1958, un neoyorkino de nombre
Robert Lane tuvo un hijo. Robert tenía ya varios hijos y tal vez estaba escaso
de ideas para el nombre del niño, de modo que llamó al recién nacido “ganador”.
Tres años después, Robert tuvo
otro hijo y decidió llamarlo… ¿Adivinas? “¡Perdedor!” Así que ahora tenemos dos
hermanos, un Ganador y un Perdedor. Los niños crecieron. Uno se ganó una beca
escolar, se graduó y se unió a la policía de Nueva York. Otro terminó en la
cárcel.
¿Quién crees que fue a la
universidad y quién piensas que terminó en la cárcel?
Perdedor se graduó del colegio
Lafayette y se unió al departamento de policía de Nueva York. Sus compañeros de
trabajo le dicen Lou. Ganador ha sido arrestado 36 veces por robo, allanamiento
de morada y violencia doméstica.
La mayoría de nosotros hubiéramos
pensado que, cuando un padre llama a un hijo Perdedor, estamos ante un mal
presagio. Pero no se trata de lo que la gente piense de ti; lo importante es
cómo te ves a ti mismo, incluso si has comenzado en la vida como perdedor.
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