El sabio Uddalaka enseñó a su hijo Vetketu a descubrir al Uno tras la apariencia de lo múltiple. Y lo hizo valiéndose de “parábolas” como la siguiente:
Un día le ordenó a su hijo:
-“Pon toda esta sal en agua y vuelve a verme mañana por la mañana”.
El muchacho hizo lo que se le había ordenado, y al día siguiente le dijo su padre:
-“Por favor, tráeme la sal que ayer pusiste en el agua”.
-“No la encuentro”, dijo el muchacho. “Se ha disuelto”.
-“Prueba el agua de esta parte del plato”-, le dijo Uddalaka. -“¿A qué sabe?”
-“A sal”.
-“Ahora prueba del otro lado del plato. ¿A qué sabe?”
-“A sal”.
-“Sorbe ahora de la parte del centro. ¿A qué sabe?”
-“A sal”.
-“Ahora prueba del otro lado del plato. ¿A qué sabe?”
-“A sal.”
-“Arroja al suelo el contenido del plato, dijo el padre. “
Así lo hizo el muchacho, y observó que, una vez evaporada el agua, reaparecía la sal.
Entonces le dijo Uddalaka:
“Lo mismo que no eras capaz de ver la sal en el agua, hasta que ésta se ha evaporado, tú no podrás ver a Dios aquí, hijo mío, hasta que tu cuerpo se “evapore”, pero de hecho está aquí, contigo”.
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