Y alguien pidió: "En el momento en que todo parece terrible, necesitamos animar nuestro espítitu. Por lo tanto, cuéntanos sobre la belleza".
Y él respondió:
Siempre escuchamos decir:
“Lo que importa no es la belleza exterior, sino la
belleza interior”.
Pero no hay nada más falso que esa frase.
Si así fuera, ¿Por qué las flores harían tanto esfuerzo para llamar la atención
de las abejas?
¿Y por qué las gotas de lluvia se transformarían en un arco iris en cuanto
encuentran el sol?
Porque la naturaleza anhela la belleza. Y sólo queda satisfecha cuando ésta
puede ser exaltada.
La belleza exterior es la parte visible de la belleza interior. Y se manifiesta
por la luz que emana de los ojos de cada uno. No importa si la persona está mal
vestida, si no obedece a los patrones que consideramos elegantes o si ni
siquiera se preocupa por impresionar a quien esté cerca. Los ojos son el espejo
del alma, y reflejan todo lo que parece estar oculto.
Pero, más allá de la capacidad de brillar, los ojos tienen otra cualidad:
funcionan como un espejo.
Y reflejan a quien los está admirando. Así, si el alma de quien observa estuviera oscura, él verá siempre su propia fealdad. Porque, como todo espejo, los ojos nos devuelven a cada uno el reflejo de nuestro propio rostro.
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