“¿Si usted va a un supermercado y ve un producto cuya etiqueta dice que está hecho con pintura de veneno, se le ocurriría comprarlo?
Seguramente no.
Pero el industrial y el publicista con la anuencia de los gobiernos cambian las palabras.
En vez de la palabra veneno escriben preservante o conservante, edulcorante artificial, en lugar de pintura dicen color artificial.
Además agregan unos cuantos nombres químicos casi impronunciables y el consumidor, sin sospechar que se trata de algo peligroso para la salud, lo consume con la mayor confianza influenciado por las costosas campañas publicitarias”.
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