A ella le encantaba admirar el cielo.
Él tomó a partes el inmenso espacio, para cubrirse y cruzarse delante de sus ojos.
Y se fue transformando en una fusión casi del tamaño del firmamento. A paso suave, a paso lento.
Y no, no fue el color... (Por sí solo).
Fue la intención de hacer todo lo posible para decirle en un silencio infinito:
Soy yo.
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