Rhododendron

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Tsutsuji

06 enero, 2017

266. Adolescencia. Fulton J. Sheen, estadounidense.

Un adulto es una persona que ha dejado de crecer a lo largo para empezar a crecer a lo ancho, pero nadie, nadie ha podido dar una buena definición de un adolescente, Bernard Shaw dijo una vez que “es una lástima que la juventud se desperdicie en los jóvenes”, bueno, probablemente no sea del todo una lástima, porque nuestro Señor sabe que es mucho mejor poner las ilusiones de la vida al principio y el descubrimiento de las leyes de esa vida al final, ya cerca de la eternidad.

Como es tan difícil encontrar una buena definición de un adolescente sobre la psicología de la adolescencia y a fuerza de estudiarla creo que puede reducirse a tres notas características y dominantes:

La primera nota característica del adolescente es la conciencia de sí mismo, la primera diferencia entre un niño y un adolescente es esta: un niño quiere recibir amor, lo necesita porque es débil, porque se nutre de amor, el adolescente quiere dar amor quiere amar. Cuando el niño se convierte en adolescente está descubriendo su propia personalidad, su ego está empezando a brotar, es más o menos como el pollo que está adentro de un cascarón y para salir de él tiene que romperlo. Para un ser humano el cascarón es la familia, surge de un mundo estrecho a uno ancho, surge esa personalidad que es el principio de un hombre, hasta ese momento su vida ha estado normada por sus mayores, sus padres dicen: “vamos a casa de tía Juana”, el niño va sin protestar, bueno y si protesta es solo por un capricho en el que no entra para nada una fuerza interior; pero más tarde el adolescente empieza a tener sus propias imágenes, sus propias emociones, hasta que se asoma el “yo”, en toda su potencia, es muy fácil saber cuándo un niño se ha convertido en un adolescente, cuando lleva un peine en la bolsa.

Entonces, si ya no quiere ir a casa de tía Juana, ya su protesta no es sólo un capricho, no es la rebeldía infantil, es la imposición de la personalidad que nace, que quiere tener fuerza, que trata a toda costa de ser superior a todo, y además ya tiene un lenguaje propio, y están orgullosos de que nadie los entienda, les gusta usar ropa que llame la atención, les encanta escribir su nombre en todas partes, y les encanta cuando van en grupo hacer mucho ruido en tranvías y camiones para que la gente sepa que están ahí, que ahí hay una personalidad que empieza a surgir, y se sienten con todos los derechos, y son capaces de todas las impertinencias. Los padres deberán ser muy pacientes con los adolescentes porque no deben olvidar que cuando una personalidad empieza a tratar de hacerse valer nace con ella el fundamento de una democracia.

La adolescencia, la edad difícil del individuo, es la transición, el enlace de la inconciencia y la conciencia, es cuando verdaderamente nace puesto que el instinto comienza a someterse al espíritu, es cuando despierta la razón y la vida de la mente.

La segunda etapa en el adolescente, es la imitación, la personalidad que surge tiene necesidad de exteriorizarse, y lo puede hacer en una o dos formas:

puede lograrlo, primero que nada por medio de la creación, y el segundo por medio de la imitación, la imitación es un escape de la responsabilidad, un escape del carácter, del dominio propio de la originalidad, todos hemos visto a esta imitación, los muchachos quieren parecerse a sus padres, fuman, algunos hasta “dan el golpe”, las muchachas toman actitudes de mujer fatal, se mueren por escuchar las conversaciones de mamá y sus amigas para después repetirlas, quieren tacones altos, y los muchachos cuando las invitan a un helado toman la misma actitud que su papá frente a un vaso de wiskey. Ese afán de imitar, se manifiesta también en forma específica en el detalle de que la personalidad del adolescente no puede todavía caminar sola.

Mezclarse con un grupo, es la edad de las pandillas, de los clubs, y hay una especie de cortejo en masa cuando un grupo de muchachos se encuentra con otro grupo de muchachas, y ninguno de ellos es capaz de dirigirse a una sola chica, y una chica tampoco acepta la compañía de un solo muchacho, unas y otros tienen que llevar compañeros. Esto tiene una fácil explicación, no poseen fuerzas todavía para pararse en sus dos propios pies amorosos, necesitan apoyarse en alguien más, es un miedo intuitivo, parte todavía infantil que huye de la responsabilidad que sin embargo tiene sus propias ventajas y desventajas. A veces se revela contra sus padres, no quiere sentirse oprimido pero se olvida muy a menudo que los padres también fueron adolescentes, y que tienen considerable sabiduría y que son capaces de dirigir en un modo mucho mejor, generalmente que aquel que el adolescente se imagina.

Tenemos después una tercera característica, que es la inquietud.

El adolescente es como el mercurio, si se comprime una gota de mercurio se forman mil gotitas que corren en toda dirección, algo así sucede con el desenvolvimiento del muchacho que lleva consigo una tremenda fuerza biológica. Esta tercera característica del adolescente es biológica, se manifiesta sobre todo en las primeras pasiones, en los enamoramientos, los juramentos de amistad, que se supone van a durar a través de toda la vida, es en esta época en la que la muchacha y el muchacho pueden decidir por sí mismos, lo que van a hacer en el futuro, sus inclinaciones son marcadas, muy marcadas hasta en un gusto cualquiera, por una clase de música, por un libro, por una frase, por una preferencia, por una repugnancia; por eso mismo, porque el adolescente tiene casi todo en la imaginación las imágenes son mucho más fuertes que las ideas, por eso se traducen en gestos espontáneos, en manifestaciones sinceras, por eso el adolescente no oculta su pasión vehemente por un artista de cine o de teatro, lo ama con fuerza, con ímpetu, y así exterioriza cualquier imagen, así convierte en cosa concreta lo que todavía para él no tiene un valor real.

Estas son las tres notas características de la adolescencia, las dos primeras esencialmente psicológicas, y la tercera psicológica-biológica. Y voy a hacer hincapié en esta última, ya que deseo decir algo básico de una virtud que casi nunca cuidan los padres en los adolescentes, la virtud de la pureza.

Qué es la pureza, es el respeto al misterio, a ese misterio que llamamos sexo, el Todopoderoso ha comunicado su gran poder creador a la mujer y al hombre, y es tan sagrada esa conciencia del poder de creación, que todos los pueblos, judíos, cristianos, paganos, la ha rodeado siempre de un aspecto religioso, de una liturgia sagrada llena de reverencia, para indicar que aquí, en la tierra está la comunicación de un gran poder dado por Dios. En el verdadero amor hay siempre un principio de pureza que a su vez empieza con la comunicación, con la delicadeza, con el pudor. La obscenidad consiste en convertir un misterio en una burla, es hacer profano lo que es santo. No se debe hacer público lo que debe ser privado, y el amor no puede ser nunca una cosa vulgar.

Cuando el joven es puro conserva dentro de sí mismo el respeto hacia el gran misterio, hasta el tiempo asignado divinamente para su revelación. Por lo general se lanza al adolescente a destruir esa pureza, a manchar sus vacilantes conocimientos de la vida que surge en él con ideas erróneas, que sólo la llevan al desconcierto, al hastío prematuro y muchas veces hasta la maldad. La pureza no puede hacer daño, eleva el espíritu y lo conserva en su justo nivel, y es siempre el hombre esencialmente espiritual el que vive más de acuerdo consigo mismo. El adolescente debe pues, conservar el respeto al misterio, hacia los misterios que lo rodean para que sea el adulto consciente, así sabrá ver en la bandera de su país, algo más que un trozo de tela en lo visible, sabrá ver que existe también en ella algo invisible, espiritual, que es la tierra, la tradición, las instituciones que representa.

Permítanme por último decir a la juventud que su carcaj tiene muchas flechas que pueden tirar a través de la vida, pero hay una que sólo pueden disparar una vez, y que antes de lanzarla se aseguren de que van a dar en el blanco, es la flecha que marcará su porvenir y que se forjará en su adolescencia, por lo mismo debe ir muy bien dirigida, por el amor a Dios, el amor a la patria, y el amor al prójimo. 


 
Fulton John Sheen (8 de mayo de 18959 de diciembre de 1979) fue un arzobispo estadounidense.
Trabajó en la televisión como presentador del programa Life Is Worth Living (La vida vale la pena vivirla) a comienzos de la década de 1950.

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