Creo en el valor supremo del individuo, en su derecho a la
vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.
Creo que todo derecho implica una responsabilidad; toda
oportunidad, una obligación; toda posesión, un deber.
Creo en la dignidad del trabajo, sea manual o intelectual;
que la sociedad no le debe el sustento a ningún hombre, pero sí la oportunidad
de ganarse la vida.
Creo que el ahorro es indispensable a la vida bien ordenada,
y que la economía es la base fundamental de toda estructura monetaria sana, ya
sea ésta gubernamental, comercial o particular.
Creo que la verdad y la justicia son fundamentales en
cualquier sistema social perdurable.
Creo en la sanidad de las promesas; en que la palabra
empeñada vale más que cualquier fianza; que el carácter (y no la posición
económica, de autoridad o social) constituye el valor supremo.
Creo que el prestar servicios útiles es el deber común de la
humanidad y que sólo en el fuego purificador del sacrificio se consume la
escoria del egoísmo y se liberta la grandeza del ama humana.
Creo en un Dios omnisapiente y bondadoso, sea cual fuere el
nombre por el que se conozca; que las realizaciones más altas del individuo, su
mayor felicidad y su más amplia utilidad, se encuentran en vivir en armonía con
su Divina Voluntad.
Creo que el amor es lo más grande que existe en el mundo;
que sólo él puede dominar el odio; que el derecho puede triunfar y triunfará,
sobre la fuerza.
John Davison Rockefeller, Jr. fue un empresario, magnate, filántropo e industrial estadounidense.
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