Aquel rey que enfermó de
melancolía y ni bufones, regalos, viajes, fiestas, joyas..., lograban
levantarle su atribulado corazón.
Buscando remedio a su
tristeza, acudieron a un ermitaño muy santo y sabio que diagnosticó que el único
modo que había para que el rey recobrara su alegría era poniéndose la camisa de
un hombre feliz.
Sus más fieles sirvientes
recorrieron en vano los confines del reino en búsqueda de un hombre feliz.
-Tenemos inmensas riquezas,
palacios, joyas, numerosos sirvientes, pero la verdad es que a la felicidad no
la tenemos –fueron diciendo los más ricos comerciantes y hombres exitosos de
negocios.
-Hemos encontrado la
sabiduría –dijeron los sabios-, por eso podemos afirmar con propiedad que la
felicidad no existe. El ser humano es por su propia naturaleza un ser insatisfecho.
-Recogemos aplausos, fama,
gloria, muchos éxitos, pero no somos felices –dijeron los artistas.
Cuando los fieles
sirvientes volvían decepcionados y llenos de pesadumbre por no haber encontrado
un solo hombre feliz que pudiera acabar con la inmensa melancolía de su rey, vieron
un pastor que tocaba su flauta con una inusitada alegría. Se acercaron a él y
le preguntaron:
-¿Tú eres feliz?
-Sí, yo soy feliz, la
alegría no me cabe en el pecho y me sale en borbotones de música y canto.
-¿No te cambiarías por
nadie?
-No, no, tengo todo lo que
deseo y siendo quien soy, vivo muy feliz.
-Los
ojos de los sirvientes se iluminaron:
-Hoy es un día de bendición
para todos nosotros, y especialmente para nuestro rey y para ti. Vas a tener
todo lo que soñaste, riquezas, gloria, poder, comida exquisita, ropas finísimas
y el agradecimiento de todos los habitantes del reino. Sólo tienes que darnos
tu camisa.
El pastor les miró con
desconcierto.
-¿Mi camisa? Yo no tengo camisa.
Fecha de nacimiento: 16 de abril de 1844, París, Francia
Fallecimiento: 12 de octubre de 1924.
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