El romance invita a hablar suave, a mirar profundamente en los ojos, a acariciar la piel con suavidad, a abrazar cariñosamente, a disminuir el ritmo, a pensar en el amor, a volverse más amable y más tierno y apenas a hablar, y a escuchar palabras bonitas.
No hay despedida: se guarda al otro en el corazón.
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