Rhododendron

Rhododendron
Tsutsuji

20 julio, 2017

501. Salutación del optimista (1905). Rubén Darío, nicaragüense.

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Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,

espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!

Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos

lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos; mágicas

ondas de vida van renaciendo de pronto:

retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;

se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña

y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron

encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,

cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,

la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!



Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba

o a perpetuo presidio condenásteis al noble entusiasmo,

ya veréis salir del sol en un triunfo de liras,

mientras dos continentes, abonados de huesos gloriosos,

del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,

digan al orbe: la alta virtud resucita

que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.



Abominad la boca que predice desgracias eternas,

abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos,

abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres

o que la tea empuñan o la daga suicida.

Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,

la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra:

fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,

y algo se inicia como vasto social cataclismo

sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas

no despierten entonces en el tronco del roble gigante

bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?

¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos

y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?

No es Babilonia, ni Nínive enterrada en olvido y en polvo

ni entre momias y piedras reina que habita el sepulcro,

la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,

que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,

ni la que tras los mares en que yace sepulta la Atlántida,

tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.



Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos:

formen todos un solo haz de energía ecuménica.

Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,

muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.

Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente

que regará lenguas de fuego en esa epifanía.

Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros

y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,

así los manes heroicos de los primitivos abuelos,

de los egregios padres que abrieron el surco pristino,

sientan los soplos agrarios de primaverales retornos

y el rumor de espigas que inicidó la labor triptolémica.



Un continente y otro renocando las viejas prosapias,

en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,

ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.



La latina estirpe verá la gran alba futura,

en un trueno de música gloriosa, millones de labios

saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,

Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva

la eternidad de Dios, la actividad infinita.

Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros,

¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!

 


Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867-León, 6 de febrero de 1916). 

Poetaperiodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es, posiblemente, el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado príncipe de las letras castellanas


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