Era una
noche oscura y fría. Daniel bebía un café sentado en su sillón favorito en la
sala de estudio de su casa. Su familia dormía, mientras él reflexionaba sobre
muchas cosas, tantas, que perdió la noción del tiempo. Eran las tres de la
mañana, llevó su taza vacía al lavaplatos, y abrió el refrigerador para prepararse
algo de comer. Cuando cerró la puerta vio junto a él a una figura muy conocida,
pero nada apreciada. La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante,
lo miró fijamente y le dijo con voz tenue:
-¿Sabes a qué he venido?- El asintió
con la cabeza y dijo:
-Sí, lo sé, ya es mi hora.
Confundida, la muerte preguntó a su víctima:
Confundida, la muerte preguntó a su víctima:
-¿No vas a llorar? ¡Todos lo hacen! Se arrodillan, suplican, juran que serán mejores, ruegan por otra oportunidad;
mientras que tú, aceptas mi llegada con resignación.
Temeroso aun y con un nudo
en la garganta, Daniel respondió:
-¿De qué serviría? Nunca me darás otra
oportunidad, tú solo haces tu trabajo.
-Tienes razón, yo solo hago mi trabajo.
-Tienes razón, yo solo hago mi trabajo.
-¿Puedo despedirme de mi familia?- Preguntó Daniel con la ligera esperanza de recibir un sí.
-Tú has dicho que solo
hago mi trabajo, yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles.
-¡Lo siento! dijo Daniel.
-No tienes que disculparte, poca gente piensa en su
familia mientras está en vida pero al llegar este momento, todos piden lo mismo.
-No lo entiendes,- dijo Daniel con tono de reproche, -yo perdí a mi padre cuando
tenía 15 años, y mi sufrimiento fue grande… pero mi hija menor tiene tan solo
4, déjame decirle que la amo.
-Tuviste 4 años para decírselo, tuviste muchos días libres, muchos cumpleaños, fiestas, y otros momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas… pero ¿Por qué solo pensaste en tu hija?
-Tuviste 4 años para decírselo, tuviste muchos días libres, muchos cumpleaños, fiestas, y otros momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas… pero ¿Por qué solo pensaste en tu hija?
-Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa,
bueno… a ella no creo que le interese si la amo o no. Nos hemos distanciado
mucho. Pero mi niña, no hay día que entre por la puerta y no esté ahí para
recibirme con un beso.
-Deja de hablar, se hace tarde,- lo interrumpió la Muerte, -pero… Está bien ¿Sabes? Este momento hace que mucha gente haga conciencia de cómo vivió su vida. Lástima que lo hagan demasiado tarde.
-Deja de hablar, se hace tarde,- lo interrumpió la Muerte, -pero… Está bien ¿Sabes? Este momento hace que mucha gente haga conciencia de cómo vivió su vida. Lástima que lo hagan demasiado tarde.
Ambos salieron de la casa, un
extraño tren aguardaba en la calle y lo abordaron.
-No todo es aburrido en el
estado de la muerte, no puedo decirte lo que pasará al llegar, pero te propongo
que juguemos Ajedrez “para matar el tiempo”.
Con una sonrisa, y con una
lágrima, Daniel dijo:
-¡Qué curioso! Creí que no tenías sentido del humor.-
El
juego inició. Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió un alfil y
un caballo. Pero era obvio que eso no lo alegraba.
La Muerte le preguntó: ¿A qué te dedicabas en vida?
La Muerte le preguntó: ¿A qué te dedicabas en vida?
-Soy… es decir, era, un
simple empleado en una fábrica de calzado. -¿Obrero?
-No, trabajaba en la
administración.
-Ah… Supongo que te encargabas de ver si faltaba algún producto,
o dinero.
-Sí, en parte así era.
-Hay algo que no entiendo…
-Hay algo que no entiendo…
-¿Qué es lo que no entiendes?
-¿Por qué ustedes
teniendo tantas cosas buenas por hacer, se encierran en el trabajo, se olvidan
de los sentimientos, no les importan los demás, se vuelven egoístas y
violentos, pero cuando los visito yo, demuestran ternura, humildad, tristeza,
miedo, e incluso lloran? ¿Por qué esperan a que llegue yo, si ya nada podrán
hacer?
-No lo sé.
-En cambio, yo soy un simple “peón”, haciendo lo que debo hacer
y nada más. Mientras ustedes son dueños de su propia vida, capaces de decidir
qué harán con ella ¿Y para qué? si su decisión más común es desperdiciarla o
vivirla mal.
-Te creí más cruel,- comentó Daniel.
-Te creí más cruel,- comentó Daniel.
-¡Nada es lo que parece!- El silencio reinó
por unos instantes mientras Daniel ponía en jaque a la muerte.
-Dime… ¿Qué pensabas cuando te casaste?
-Dime… ¿Qué pensabas cuando te casaste?
-Pensaba en ser feliz, en formar una
linda familia, en formar parte de la alta sociedad.
-¿Y lo lograste?
-Es broma
¿verdad? Me encontraste solo en mi cocina, durante la madrugada, y te pedí
despedirme de mi hija. Es obvio que no lo hice. Si hubiese mostrado más amor a
mi familia, la solicitud de despedirme no hubiera sido necesaria.-
Ya las
lágrimas se habían secado del rostro de Daniel y de pronto exclamó suavemente
-¡Jaque Mate!- La muerte sonrió y dijo: -¡Felicidades!
Daniel suspiró y respondió:
Daniel suspiró y respondió:
-Es una pena que no sirva de nada. No me importaba
ganar, de todos modos ya estoy aquí… Un simple juego de ajedrez no aleja mi
mente de mi familia, mis hijos, mi esposa...
Las lágrimas brotaron de nuevo en
el rostro de Daniel quien se cubrió el rostro con ambas manos. Mientras él
sollozaba, la Muerte exclamó: -¡Llegamos!
Daniel intentó calmarse, pero al abrir los ojos estaba de nuevo en su viejo sillón. Secó sus lágrimas. Eran las 6:45 de la mañana, y en lugar de gritar "¡Estoy vivo!" Como lo haría cualquier otro, salió al patio y dijo con voz tenue:
Daniel intentó calmarse, pero al abrir los ojos estaba de nuevo en su viejo sillón. Secó sus lágrimas. Eran las 6:45 de la mañana, y en lugar de gritar "¡Estoy vivo!" Como lo haría cualquier otro, salió al patio y dijo con voz tenue:
-¡Gracias Dios mío!-
Entró de nuevo a su casa, entró a la habitación de su hija
y la abrazó, a la de su esposa e hizo lo mismo. Entró al cuarto donde dormía su
hijo, le hizo cosquillas en los pies, y le dijo:
-Hijo, despierta ¡Es domingo!
-¿Me despiertas para decirme que es domingo?
-No hijo, los desperté para decirles
que los amo.
No esperemos el momento en que nos corresponda jugar ajedrez, a las cartas, o a lo que sea, con la Muerte, mucho menos para pedirle más tiempo, o solo una oportunidad. ¡Hagámoslo ahora, hoy es el tiempo propicio para decir a nuestros seres queridos que los amamos! ¡Que Dios mismo nos ayude a hacerlo así!
No esperemos el momento en que nos corresponda jugar ajedrez, a las cartas, o a lo que sea, con la Muerte, mucho menos para pedirle más tiempo, o solo una oportunidad. ¡Hagámoslo ahora, hoy es el tiempo propicio para decir a nuestros seres queridos que los amamos! ¡Que Dios mismo nos ayude a hacerlo así!
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