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Pensativo,
dulcemente pensativo,
el poeta silenciaba…
El poeta estaba triste, y la alondra azul que un día
de propósito y promesa celebraba su alegría,
no cantaba.
dulcemente pensativo,
el poeta silenciaba…
El poeta estaba triste, y la alondra azul que un día
de propósito y promesa celebraba su alegría,
no cantaba.
¡El poeta está triste y la alondra no cantaba!
Diariamente,
cuando el sol amaneciente
era incendio de claveles en sus góticas ventanas
de cristales de Bohemia;
y la pálida, la enferma de ojos grandes, de ojos buenos,
descorría sus persianas,
y acechaban las miradas de sus ojos nazarenos
que penetran en el alma como dagas toledanas:
El pasado perfumando su tristeza,
la tristeza de las rosas deshojadas por la anemia.
El poeta está triste y la alondra no cantaba;
y la pálida, la enferma de ojos grandes, de ojos buenos,
lo sabía…
¡El poeta la adoraba,
y la pálida, la enferma, lo sabía!
¡Oh, la anemia de las rosas del amor no comprendido,
que en la tarde perfumada de su gris melancolía
se h izo eterna, y sus rosas deshojaba de noche y día!
cuando el sol amaneciente
era incendio de claveles en sus góticas ventanas
de cristales de Bohemia;
y la pálida, la enferma de ojos grandes, de ojos buenos,
descorría sus persianas,
y acechaban las miradas de sus ojos nazarenos
que penetran en el alma como dagas toledanas:
El pasado perfumando su tristeza,
la tristeza de las rosas deshojadas por la anemia.
El poeta está triste y la alondra no cantaba;
y la pálida, la enferma de ojos grandes, de ojos buenos,
lo sabía…
¡El poeta la adoraba,
y la pálida, la enferma, lo sabía!
¡Oh, la anemia de las rosas del amor no comprendido,
que en la tarde perfumada de su gris melancolía
se h izo eterna, y sus rosas deshojaba de noche y día!
Inocente,
o tal vez indiferente,
en el crimen cometido por sus ojos criminales
no llegaron a su oído
los reproches que a través de sus cristales
sollozaron los románticos turpiales
del amor no comprendido.
Y después traidoramente,
muchos hombres se burlaron de sus ojos nazarenos,
cuando el sol amaneciente
era incendio de claveles en sus góticas ventanas;
y la pálida, la enferma de ojos grandes, de ojos buenos,
descorría sus persianas.
¡Muchos hombres se burlaron de sus ojos nazarenos!
Se hizo tarde ya en el día de su hermosa primavera:
el poeta ya no pasa… Ella espera…
¿Dónde está…?
Y cuando abre sus ventanas de cristales de Bohemia
y recuerda al que pasaba perfumando su tristeza,
la tristeza de las rosas deshojadas por la anemia,
se pregunta: ¿Volverá?
o tal vez indiferente,
en el crimen cometido por sus ojos criminales
no llegaron a su oído
los reproches que a través de sus cristales
sollozaron los románticos turpiales
del amor no comprendido.
Y después traidoramente,
muchos hombres se burlaron de sus ojos nazarenos,
cuando el sol amaneciente
era incendio de claveles en sus góticas ventanas;
y la pálida, la enferma de ojos grandes, de ojos buenos,
descorría sus persianas.
¡Muchos hombres se burlaron de sus ojos nazarenos!
Se hizo tarde ya en el día de su hermosa primavera:
el poeta ya no pasa… Ella espera…
¿Dónde está…?
Y cuando abre sus ventanas de cristales de Bohemia
y recuerda al que pasaba perfumando su tristeza,
la tristeza de las rosas deshojadas por la anemia,
se pregunta: ¿Volverá?
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