Rhododendron

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Tsutsuji

13 septiembre, 2021

945. Ladrones de sueños. Miguel Ángel Santos Guerra, español.

Había una vez un joven cuyo padre era un

pobre entrenador de caballos que si bien

disfrutaba de su trabajo apenas ganaba suficiente

dinero para mantener a su familia.

Un día al niño le asignaron en la escuela la

tarea de escribir sobre lo que le gustaría

ser cuando fuera mayor. Esa noche, muy

emocionado, escribió un ensayo de siete

páginas describiendo su sueño de ser,

algún día, dueño de una caballeriza para

así criar a sus caballos. Escribió su ensayo

con mucho cuidado y atención a los detalles.

Incluso dibujó un plano de la tierra

y la casa que soñaba poseer. Puso todo su

corazón en ese proyecto.

Al día siguiente le entregó su proyecto a

su profesor. Cuando lo recibió de vuelta

había sido calificado con una E (error), y

su profesor había escrito en la parte superior

del ensayo, en letras rojas: “Véame

después de la clase”.

 

El joven se quedó después de que el timbre

de salida hubiera sonado y le preguntó

a su profesor: 

¿Por qué me ha calificado el trabajo con una E?

 

El profesor le dijo: 

“Para eso te he llamado.

Para explicarte la calificación. Tu ensayo

describe un futuro irreal para un joven

como tú. No tienes dinero y tu familia es

pobre. No tienes recursos para comprar

tu propia caballeriza. Tendrías que comprar

la tierra, los caballos y todos los recursos

necesarios y, además, tendrías que

pagar los costos del mantenimiento. No

hay forma de que puedas lograr eso”.

 

El joven fue a casa y lo pensó durante largo

rato. Incluso le preguntó a su padre

qué debería hacer. Su padre le respondió:

“Mira, hijo, tienes que decidir por ti mismo.

Esa es una decisión importante, y no

puedo tomarla por ti”.

 

Después de considerarlo durante todo

un día, el chico entregó el ensayo a su

profesor sin ningún cambio, y le dijo: 

“Usted puede mantener su mala calificación.

Yo voy a mantener mi sueño”.

 

Pasaron los años. Un día el profesor, ahora próximo a la jubilación, llevó a un grupo de niños a visitar una famosa caballeriza que criaba algunos de los caballos más espectaculares del país. Y se asombró cuando reconoció al dueño. Se dio cuenta de que era el mismo joven al que había calificado el trabajo con una E.

Antes de marcharse, el viejo profesor le dijo al dueño de la caballeriza: 

“Cuando era tu profesor, hace muchos años, yo era un ladrón de sueños. Durante años le robé los sueños a los niños. Afortunadamente tú te las arreglaste para mantener el tuyo”.

 

Doctor en Ciencias de la Educación y catedrático emérito en la Universidad de Málaga.


 

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