Si una espina me hiere, me aparto de la espina…,
¡Pero no la aborrezco!
Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta y se encamina
hacia más puro ambiente de amor y caridad.
¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
No restañan heridas ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡Será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve trocada en flor de paz!
Fallecimiento: 24 de mayo de 1919.
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