Rhododendron

Rhododendron
Tsutsuji

04 febrero, 2021

790. Capítulo 3. La eterna tragedia. Humberto Porta Mencos, guatemalteco.

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El hombre, en su tierna edad,

comenzó a sentir terror,

cuando escuchaba el fragor

de violenta tempestad.

Vió en la negra inmensidad

a las centellas cruzar

rápidamente, y temblar

la tierra en un cataclismo,

y al contemplarse a sí mismo

su yo no pudo explicar.

 

Luego que fue troglodita,

sin saber su procedencia,

quiso abismarse en la ciencia

que es profunda e infinita…

Amó la tierra bendita,

tierra pródiga y clemente,

y, levantando la frente,

observó en las noches bellas,

que giraban las estrellas

en el espacio esplendente.

 

Clasificó los planetas

dando a cada cual su nombre,

y fue penetrando el hombre

en las regiones secretas

en que bogan los cometas

con sus caudas luminosas,

y se encuentran las hermosas

constelaciones formadas,

por estrellas agrupadas

en gamas esplendorosas.

 

Al comprender que regía

el sol las cuatro estaciones,

inventó supersticiones

y luego la idolatría;

se imaginó que existía

un Dios para cada cosa,

y en la absurda y espantosa

creencia que le cegaba,

adorando se pasaba

su creación fabulosa.

 

Veneró dioses ingentes

de poderes sobrehumanos,

buenos, malignos y vanos,

débiles y prepotentes;

tuvo dioses diligentes

y en su gran politeísmo,

llegó a tal su fetichismo

que al adorar, insensato,

perdiendo todo recato

creyó ser un Dios, él mismo.

 

Ya un poco civilizado,

únicamente vivía

a su ciega idolatría

con empeño dedicado,

queriendo ya a un dios amado

por él o a otro preferido,

por despótico o temido,

lúbrico, incestuoso o casto,

y ofrendando en holocausto

hasta su ser más querido.

 

Luego en la India apareció

legislador el Manú:

con Siva, Brahma y Vichnú

al dios Trimurti formó;

y el Brahmanismo alcanzó

hasta aquel dios adorado

que había sido formado,

por un dios bueno y creador,

otro dios conservador

y el destructor de lo creado.

 

Nace en Caldea Abrahán

y en su ferviente idealismo

al crear el monoteísmo

dirigióse hacia Canaán:

a su Dios adorarán

y habrá de ser venerado,

y aunque iba a ser victimado

porque a su Dios le era fiel,

huyó del castigo cruel

el Patriarca iluminado.

 

Moisés, el legislador

del antiguo pueblo hebreo,

su Dios ideó, con deseo

de que el pueblo soñador,

no adorase con fervor

los ídolos que forjaba;

y a su Dios simbolizaba

dentro de un zarzal ardiente

donde uncioso y reverente

su doctrina profesaba.

 

Cuando David existió,

dos largos siglos después

que predicara Moisés,

Zoroastro apareció;

su doctrina difundió

entre Medos y Bactrianos,

forjando dos sobrehumanos

dioses, del bien y del mal,

poder sobrenatural

que regía los arcanos.

 

Fundó Gautama el Budismo

y aconsejó con tesón

alcanzar la salvación

con el sacrificio mismo:

explicaba en su dualismo

que la vida es sufrimiento,

pues al anonadamiento

final, lo llamó nirvana,

y con su doctrina sana

creyó alcanzar salvamiento.

 

Cristo errando en Galilea

la fe en los pechos enciende;

al punto nace y se extiende

el Cristianismo en Judea.

Cual simbólica presea

toma El la infamante cruz,

donde muriera Jesús

por salvar la humanidad,

y llevarla a la verdad

por una senda de luz.

 

Surge el Islam, Mahoma,

después de haber meditado

quince años, y conformado

la religión con que asoma;

difunde como un axioma

aquella doctrina sabia

por las ciudades de Arabia,

y al fin de una guerra cruenta

en el Corán se sustenta

y a su pueblo desagravia.

 

Y crecen las religiones

llenas de bellas doctrinas,

y por santas y divinas

van a diversas naciones

grandes peregrinaciones

de apóstoles e iniciados,

y se les ve entusiasmados

recorrer el mundo entero,

prometiendo un verdadero

reino a los desamparados.

 

Y guerras se provocaron,

por ideas religiosas,

guerras cruentas y espantosas

que a los pueblos espantaron…

Los cristianos se lanzaron

contra los pueblos de Oriente,

y fue temible el torrente

de legionarios cruzados,

que marcharon obcecados

a la matanza inclemente.

 

Y cristianos e islamitas

peleando el Sepulcro Santo,

regaron con sangre y llanto

la tierra de los semitas,

en contiendas inauditas

y despiadada invasión.

Y en aquella destrucción

provocada por gentiles,

¡Morían, miles y miles

ciegos por la religión!

 

Aparece al fin Lutero

fundando el protestantismo,

y con nuevo dogmatismo

entra en pugna con el clero;

le demuestra al mundo entero

que su nueva concepción

es basada en la razón,

y de la Biblia Sagrada

que al pueblo ha sido vedada

hace pública emisión.

 

Y luchan Papas y Reyes,

cristianos contra cristianos,

conquistan pueblos lejanos

en donde imponen sus leyes;

vuelven incontables greyes

con empuje asolador

y coraje destructor

a la macabra campaña,

¡Y el mundo otra vez se ensaña

por el Cristo Redentor!

 

Las guerras de religión

de atraso sólo han servido,

puesto que al hombre ha perdido

su desmedida ambición.

Al clero, la inquisición,

cruel instrumento, monstruoso,

marcóle con tenebroso

estigma, todo un pasado

de mártires coronado

y de profetas coloso.

 

Todo es falaz espejismo…

Todo es ficticio y es vano…

Tan profundo es el arcano

como insondable el abismo…

Siempre el hombre será el mismo;

la existencia será veloz

pasan centurias…, milenios…

¡Nacen, viven, mueren genios

y no conocen a Dios!

 





 (Chiquimula, 14 de julio de 1901 – Ciudad de Guatemala, 16 de marzo de 1968) fue un poeta, periodista y escritor guatemalteco.


Cuarto poeta laureado de América.

 

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