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¿Recuerdas? Fue una tarde. Dirigía
por el camino mi cansado paso…
Cuando en la sombra al declinar el día,
vive el recuerdo en mi melancolía
como un destello del postrer ocaso.
¡Era larga la ruta! ¡Cuántos soles
doraron mi camino!
y en mi tiendo infecunda de beduino.
¡Cuántas veces sus áureos arreboles
fingieron la visión de otro destino!
Te había presentido. Y en mi anhelo
olvidé mi desgracia tras tus huellas.
En las noches serenas, con recelo
me hablaban de tu predio las estrellas
al abrir sus ventanas en el cielo.
Ardía en el confín opalescente
el oro de los últimos destellos…
¿Recuerdas? Dirigí cansadamente
mi paso hacia la orilla de la fuente
donde puse a abrevar a mis camellos.
Llenaron la ansiedad de los abismos
las sombras nocturnales…
Era larga la ruta. Mas mis males,
aquel día de grandes espejismos,
calmaron su rigor en tus rosales.
¡Tu predio ensoñador! Del que me hablaba
con recelo el fulgor de las estrellas.
Te había presentido. Te encontraba.
Y agoté en mis románticas querellas
las doradas saetas de mi aljaba…
Cual en la noche al declinar el día,
vive el recuerdo en mi melancolía
como un destello del postrer ocaso.
¿Sabes por qué? Porque la tarde aquella
hizo cambiar la vacilante estrella
que dirigía mi cansado paso.
por el camino mi cansado paso…
Cuando en la sombra al declinar el día,
vive el recuerdo en mi melancolía
como un destello del postrer ocaso.
¡Era larga la ruta! ¡Cuántos soles
doraron mi camino!
y en mi tiendo infecunda de beduino.
¡Cuántas veces sus áureos arreboles
fingieron la visión de otro destino!
Te había presentido. Y en mi anhelo
olvidé mi desgracia tras tus huellas.
En las noches serenas, con recelo
me hablaban de tu predio las estrellas
al abrir sus ventanas en el cielo.
Ardía en el confín opalescente
el oro de los últimos destellos…
¿Recuerdas? Dirigí cansadamente
mi paso hacia la orilla de la fuente
donde puse a abrevar a mis camellos.
Llenaron la ansiedad de los abismos
las sombras nocturnales…
Era larga la ruta. Mas mis males,
aquel día de grandes espejismos,
calmaron su rigor en tus rosales.
¡Tu predio ensoñador! Del que me hablaba
con recelo el fulgor de las estrellas.
Te había presentido. Te encontraba.
Y agoté en mis románticas querellas
las doradas saetas de mi aljaba…
Cual en la noche al declinar el día,
vive el recuerdo en mi melancolía
como un destello del postrer ocaso.
¿Sabes por qué? Porque la tarde aquella
hizo cambiar la vacilante estrella
que dirigía mi cansado paso.
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