Rhododendron

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Tsutsuji

24 octubre, 2021

961. ¿Por qué será que los hombres tenemos tanto temor a lanzar nuestra risa al viento? Gregorio Mateus, español.

¿Por qué será que los hombres tenemos tanto temor a lanzar nuestra risa al viento? 

Precisamos excesivos estímulos exteriores para dibujar una sonrisa en nuestros labios o para manifestar la satisfacción profunda del corazón. Y la risa es un ingrediente imprescindible para nuestra dieta vital.
 

Un hombre desdichado, triste, amargado, aunque tenga un gran deseo de ayudar a los otros, ¿Qué puede hacer? Aun sin proponérselo, lo único que logrará será que sus lágrimas y su tristeza contagien a los demás. El que está muy ocupado sufriendo con amargura sus desgracias, no encuentra tiempo para suavizar el padecimiento de los demás.
 

Muy al contrario, cuando un hombre es feliz, su comprensión aumenta.
Irradia, con su rostro plácido, alegría y felicidad a su entorno. La alegría, así como la tristeza, son comunicativas y pueden facilitar un clima de luz o de oscuridad.


Me ha preocupado grandemente el sentido de esta frase: «Ríe, y el mundo reirá contigo; llora, y llorarás solo.» La senda más fácil de seguir, la carga más ligera de llevar es la alegría. Ella nos hace capaces de las mayores aventuras y facilita la colaboración solidaria de los demás en nuestras empresas.
 

La alegría elimina las sombras del corazón; levanta los ánimos decaídos;

llena el ambiente de evocadoras sonrisas; 

contagia el gozo de vivir;

revitaliza las ilusiones perdidas; 

alivia la depresión; 

es fuente inagotable de salud; 

es la caricia del amor;
es la expresión manifiesta de los corazones puros;
es la flor de la esperanza;
es el lenguaje de los niños;
es el cálido abrazo de la felicidad;
es el paraíso de los enamorados;
es el fruto de la unión con Dios;
es la antinomia del pecado;
es el rostro apacible de Dios;
es la puerta de la felicidad;
es el cielo en la tierra.


Me he fijado cómo la gente anda triste por las calles, con el rostro ensombrecido por la preocupación, en busca de la felicidad perdida. La buscan en las tiendas, en los escaparates, en los cines, en las revistas...
Siempre fuera de sí mismos. Como si fuera un producto más que se compra por unas vulgares monedas.
 

La felicidad se encuentra dentro de uno mismo y crece en los lugares más inverosímiles, en los sitios aparentemente menos atractivos: en una humilde casita, en un oscuro convento de clausura, en una mina lóbrega, en una escuela popular, en un hogar campesino...
¿Hemos sabido buscar la felicidad dentro de nosotros mismos? 

Es Diplomado en Sociología, Licenciado en Psicología, Master en Orientación y Doctor en Pedagogía. Se ha especializado en Músico terapia, Tratamiento de la Depresión, Dirección de Centros Educativos y Promoción Social.

Ha dictado cursos de psicología, pedagogía, autoayuda, promoción social y educación religiosa en varios

Continentes. Cabe destacar los Cursos Intensivos dados en la sede central de la Unesco en Paris para educadores y diplomáticos de varios países.




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