Un científico se había pasado diez años investigando la
posibilidad de transformar el agua en petróleo. Estaba convencido de que todo
lo que necesitaba para llevar a cabo la deseada transformación era una sola
sustancia; pero, por más que lo intentó, la fórmula se le resistía.
Un día se enteró de que en las montañas del Tíbet vivía un
Lama que lo sabía todo y podía revelarle la fórmula que andaba
buscando.
Pero tenía que cumplir tres condiciones: debería viajar
hasta allí completamente solo, y el viaje era muy peligroso; debería ir a pie,
y el viaje era largo y penoso; y, si conseguía llegar hasta el Lama, no podría
hacerle más que una sola pregunta.
Le llevó una serie de largos y penosos meses cumplir las dos
primeras condiciones. Y cuando logró llegar a presencia del Lama, se llevó la
sorpresa de su vida al comprobar que se trataba no de un anciano con barba y
lleno de arrugas, sino de una joven y atractiva mujer, mucho más hermosa que
cuanto él habría podido imaginar.
Ella le sonrió dulcemente y, con una voz que a él le pareció
celestial, le dijo:
« ¡Enhorabuena, viajero! Has logrado llegar a esta
verdadera fortaleza. Ahora dime: ¿Cuál es tu pregunta?»
Y, para su propia sorpresa, el científico se oyó a sí mismo
decir:
«Señora, ¿Puedo saber si está usted casada?»
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