¡Que tus palabras sean como aguas mansas pero en
constante movimiento, que con paciencia se van abriendo camino!
¡Que sean una bendición para los campos áridos, que
sean dadoras de vida para todas las plantas que se nutran de tus palabras
convertidas en agua!
¡Que con dulzura se introduzcan en la vida de los
sedientos, que necesitan de un trago para seguir viviendo, no te fijes quien se
aprovecha de ellas, simplemente fluye!
Las palabras pueden ser una poesía, una frase
célebre, un consejo, un cuento, una felicitación, una reflexión, incluso hasta
un chiste, sin embargo deben seguir un cauce de amor para que llegue a todos.
¡Pero ten cuidado porque tus palabras pueden ser
también en un momento dado, como las aguas que bajan con fuerza!
Veloces y turbulentas, destructivas y mortales,
pues a su paso se desbordan y ahogan. Esta diferencia radica, en los
sentimientos que nos embargan en el momento que las emitimos. De cada quien
depende que nuestras palabras den vida o por el contrario destruyan y asesinen.
¡Transformémonos igual que el agua!
¡Que nuestras palabras y pensamientos cuando no
sean positivos que se conviertan en hielo, y queden mudas y estáticas!
¡Que cuando sean para compartir éstas sean líquido,
que se usa para conservar y crear la vida!
¡Y que sean vapor, cuando queramos que éstas
lleguen a las alturas, para que el Buen Dios, las distribuya más sabiamente en
forma de lluvia, a todos sin distinción!
¡Benditas sean todas las palabras de amor, que de
ti procedan, pues eso demuestra que tu corazón está en buenas manos!
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